Adolescentes apoyando el hombro en las columnas

Luis Antonio de Villena, Desequilibrios (2003)

Somos paganos. El dios ensangrentado no nos quiere.
O quizá no nos quieren sus seguidores -tantos, en efecto-
que son de hierro puro y en el corazón esgrimen púas
y espadas... Los bellos dioses desnudos (pues trabajamos

en las termas) son amigos de nuestras manos y muslos.
Apolo de seda, de carmín Narciso, Jacinto de pies delicados...
Buscan demoler sus estatuas y a veces (los del crucificado)
nos insultan por la calle... ¿Por qué buscar más penitencia

a la penitencia que en la vida habita? ¿Por qué cenizas
si es tan dulce el mar? ¿Por qué contra el beso,
si tan grato como el aura es besar a otro amigo?

Aulo llevaba sandalias doradas y desnudas las piernas.
Anoche lo dejaron malherido junto a la Puerta Salaria.
¿Qué haremos cuando reine su dios ensangrentado y duro?

¿Merecerá la vida nuestros ojos, esa tan pobre vida?
¿Y nuestros labios, los merecerá una vida sin cuerpos?



















Gustave Doré, Saint Paul à Éphèse (1866). Este grabado ilustra Hechos 19:19, en donde se queman libros por influencia del predicador.

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