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Mostrando entradas de julio, 2016

El padre Las Casas lee a Isaías, XIII

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José Emilio Pacheco, Islas a la deriva (1976) Estruendo de multitud en los montes, como de mucho pueblo. Y traen los instrumentos de su furor para borrar del suelo a los opresores. Y los castigarán por su iniquidad y harán que cese la arrogancia de los soberbios. Y ya nadie se ocupará de la plata ni seguirá codiciando el oro. Félix Parra, Fray Bartolomé de las Casas (1876)

74 AC. Marcio vuelve de la Caleta en Gades

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Fernando Quiñones, Las crónicas de Hispania (1985) No te engañes pensando que a un costoso precio de vejez torpe y forzadas templanzas vivirás otros días en que el mundo se te aparezca algo más firme, cosa estable, tocada de sentido. No. Ahora y para siempre confórmate sólo con su hermosura caediza como la de los rostros, las espumas y cuerpos, la luz del mar y la de esta tarde de verano que dejas y te deja. Sir Lawrence Alma-Tadema, An eloquent silence (1890)

El anciano Constantino de Alejandría recoge las cenizas de su juventud

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Juan Vicente Piqueras en Márgenes 1-2 (1980) " cuando los labios y la piel recuerdan " A esta ciudad de Istanbul inmensa como la gloria que conocieron sus muros, hermosa como la juventud que contemplé y me contemplaron, a este bar -precisamente a éste-, a este vino, acudo ciegamente a remover mi herida, palabras y penumbras donde falta el consuelo, palabras y penumbras solas y entristecidas. Solo, a esta mesa desvencijada y sucia acuden los destellos lujuriosos que otras manos de luz en mi piel concertaron, para que en esta noche me sea dado amarlas y sentir en mi carne, ya marchita, la ausencia de mi vida y de su tacto que la moral cristiana condenara. Me duele el pensamiento. Me vence la verdad. Y me ocupa el dolor por los días perdidos, mientras el mar respira a través de mis manos. En este bar pequeño de esta inmensa Istanbul para acabar mis días lanzo un ruego a los dioses: Ya que mi cuerpo ha sido, cuando joven y hermoso, olvidadizo, inepto,...

Funeral en Viana

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Álvaro Mutis, Los emisarios (1984) Hoy entierran en la iglesia de Santa María de Viana a César, Duque de Valentinois. Preside el duelo su cuñado Juan de Albret, Rey de Navarra. En el estrecho ámbito de la iglesia de altas naves de un gótico tardío, se amontonan prelados y hombres de armas. Un olor a cirio, a rancio sudor, a correajes y arreos de milicia, flota denso en la lluviosa madrugada. Las voces de los monjes llegan desde el coro con una cristalina serenidad sin tiempo: Parce mihi, Domine, nihil enim sunt dies mei. Quid est homo, quia magnificas eum? Aut quid apponis erga eum cor tuum? César yace en actitud de leve asombro, de incómoda espera. El rostro lastimado por los cascos de su propio caballo conserva aún ese gesto de rechazo cortés, de fuerza contenida, de vago fastidio, que en vida le valió tantos enemigos. La boca cerrada con firmeza parece detener a flor de labio una airada maldición castrense. Las manos perfiladas y...

El Cardenal Bembo escribe a Lucrecia Borgia

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Luis Antonio de Villena, Sublime solarium (1971) Carpe diem quam minimam credula postero HORACIO Chi vuol esser lieto sia: di doman non c'è certezza LORENZO DE MEDICI Tormenta de rubí, cristal o seno, una diosa atraviesa el ancho espacio, y siente el labio aromas de topacio, cortinas luengas, dulce desenfreno. Combatir no es posible el viento pleno que del desierto trae raudo o despacio, la arena o rosas que con paso lacio el collar cumple al final de tu veneno. Acepta, pues, y omite la costumbre, estatua juzga el resto de tus días y el jade de tus labios da a la lumbre. No pienses en más islas apacibles, la copa y los perfumes en que fías todo ya es. Lo demás son imposibles. Frank Cadogan Cowper, Vanity (1907)