Arte Poética*

Fernando Quiñones, Las crónicas inglesas (1980)

Una noche, el viejo Caedmón,
aquel que siempre se avergonzaba y rechazaba el arpa,
al llegarle su turno de cantar, dejó la mesa,
se fue a dormir a los establos para cuidar de las caballerías
y en su sueño le dijo un hombre:
"Cántame alguna cosa"
"No sé cantar, por eso vine aquí"
"Cantarás − le instó el otro − voy a decirte qué:
el origen del mundo"
Caedmón cantó y no sabía
qué iba diciendo, nunca
oyera hablar de aquello que nombraba,
pero cantó y cantó entre el áspero
olor de los caballos y el vaho acuchillado por el frío,
y al despertar recordó el tema:
la creación del mundo.
Nunca llegó a leer. Los monjes
de Hild le referían pasajes
de los libros antiguos y Caedmón los rumiaba
como un limpio animal y los hacía
verso. Cantó así la venida del hombre,
miles de nacimientos, de agonías,
las migraciones, el Mar Rojo,
hasta Cristo y sus enseñanzas
antes de que la Iglesia las ajase.

Así de sabio y de inocente el canto que quisieras para ti.

*Caedmón (siglo VI o VII) es el primer poeta inglés cuyo nombre se ha conservado. Beda refiere la onírica historia de su obra





Bajorrelieve de la cruz memorial de Caedmón en el atrio de Saint Mary's Church en Whitby.

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