Brummel

Guillermo Carnero, Dibujo de la muerte (1967) Miraba pasar bajo su ventana los landós [1] amarillos, las muchachas de grandes ojos azules y rizadas pestañas, oculta la carita de almendra tras las reidoras guirnaldas de la sombrilla. Hasta se dice que de vez en cuando se ponía la vieja redingote bleue [ 2] y dejaba caer una nubecilla de esencia en la marchita flor de la solapa. No, hubiera sido conceder demasiado a aquellos necios usureros y sátrapas [3] el presentarse sin el crisantemo a las soirées íntimas, explicar la "manía italiana" de Stendhal [4] al apolillado corsé de la duquesa, à cette sale rosse de bourgeois [ 5]. Y sin embargo, qué poca cosa necesitó para morir, algunas carretadas de agavanzos [6] y rosas, un amplísimo diván de pluma, recubierta de terciopelo ve...