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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Día de 1927: estampa invernal

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José María Álvarez, Museo de cera (1989) " Esos reyes poderosos que vemos por escripturas ya pasadas " JORGE MANRIQUE  " El derrumbamiento de algo tan grande debió haber producido mayor conmoción " WILLIAM SHAKESPEARE " Es deuda general, no sólo mía, más de cualquier ingenio peregrino que celebra lo digno de memoria " GARCILASO DE LA VEGA A Inmaculada de Habsburgo Fue -dicen- un día frío, desapacible. Las filas de soldados formaban hacía horas bajo el viento cubriendo la carrera de Laeken. Cuando las puertas del castillo de Bouchot se abrieron, en la helada solemnidad de los antiguos árboles, lentamente avanzó un fúnebre cortejo.               Soldado alguno de aquellas formaciones recordaban la historia de la dama a quien rendían honores en la muerte. Y el último latido de los viejos Imperios, Miramar, el destino que llevara a tan alta señora y a Maximiliano más allá de los mares, ni siquiera...

Fragmentos de una tablilla de barro descifrada por Edmund Bishop en 1867

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Jorge Luis Borges, Los conjurados (1985) ... Es la hora sin sombra. Melkart el Dios rige desde la cumbre del mediodía el mar de Cartago. Aníbal es la espada de Melkart. Las tres fanegas de anillos de oro de los romanos que perecieron en Apulia, seis veces mil, han arribado al puerto. Cuando el otoño esté en los racimos habré dictado el verso final. Alabado sea Baal, Dios de los muchos cielos, alabada sea Tanith, la cara de Baal, que dieron la victoria a Cartago y que me hicieron heredar la vasta lengua púnica, que será la lengua del orbe, y cuyos caracteres son talismánicos. No he muerto en la batalla como mis hijos, que fueron capitanes en la batalla y que no enterraré, pero a lo largo de las noches he labrado el cantar de las dos guerras y de la exultación. Nuestro es el mar. ¿Qué saben los romanos del mar? Tiemblan los mármoles de Roma; han oído el rumor de los elefantes de guerra. Al fin de quebrantados convenios y de mentirosas palabras, hemos...

Adolescentes apoyando el hombro en las columnas

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Luis Antonio de Villena, Desequilibrios (2003) Somos paganos. El dios ensangrentado no nos quiere. O quizá no nos quieren sus seguidores -tantos, en efecto- que son de hierro puro y en el corazón esgrimen púas y espadas... Los bellos dioses desnudos (pues trabajamos en las termas) son amigos de nuestras manos y muslos. Apolo de seda, de carmín Narciso, Jacinto de pies delicados... Buscan demoler sus estatuas y a veces (los del crucificado) nos insultan por la calle... ¿Por qué buscar más penitencia a la penitencia que en la vida habita? ¿Por qué cenizas si es tan dulce el mar? ¿Por qué contra el beso, si tan grato como el aura es besar a otro amigo? Aulo llevaba sandalias doradas y desnudas las piernas. Anoche lo dejaron malherido junto a la Puerta Salaria. ¿Qué haremos cuando reine su dios ensangrentado y duro? ¿Merecerá la vida nuestros ojos, esa tan pobre vida? ¿Y nuestros labios, los merecerá una vida sin cuerpos? Gustave Doré, Saint Paul à...